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Desde la tradición filosófica, Arnau Puig reflexiona sobre el concepto de realidad y la transformación que hace de ella Miró a través de su subjetividad. Mont-roig es núcleo y escenario de este acto casi místico de transformación de la realidad en poesía.

Arnau Puig es crítico de arte, especialista en sociología, licenciado en Filosofía, fundador del grupo artístico Dau al Set y colaborador habitual de varias revistas de arte. Y gran conocedor de la obra de Joan Miró.

12_06_2018
Joan Miró. La tierra labrada, 1923-24. Óleo sobre tela. The Solomon R. Guggenheim Museum, Nova York © Successió Miró, 2018

La masía de Mont-roig. Filosofía y religión de Joan Miró

Efectivamente, las personas extraemos la idea de las formas que nos ofrece el entorno desde las posibilidades sensuales y psíquicas naturales que cada uno posee y en relación con el contexto de afinidades de visiones y sentimientos con respecto a la cultura ambiente. Esta aptitud y actitud perceptiva no es ningún descubrimiento moderno, la hallamos desde la antigüedad humana. Pero para hacerlo claro, habitual y sencillo explicaremos un momento lo que pensó, a inicios del siglo XVIII, el filósofo sensualista empírico inglés George Berkeley.

Hay una realidad, el mundo efectivo que a cada instante ofrecen los sentidos. Centrándonos en el de la vista, piensa Berkeley, cuando nos sentimos adormecidos no existe nada. Solo hay la realidad concreta cuando los sentidos actúan, cuando estamos despiertos y activos. Nos puede parecer que esta realidad concreta desaparece cuando no tenemos conciencia activa, pero hay un Gran Sensor, permanentemente despierto, que mantiene la realidad física aunque nosotros no estemos activos. Este Gran Sensor es el Creador, la Creación. Berkeley, como hará Miró, establece que las cualidades de lo que llamamos realidad están en el espíritu (hoy diríamos el mundo que cada uno se autoelabora) y, consecuentemente, tienen una existencia más efectiva y objetiva que la que la cultura atribuye a dicha realidad.

Joan Miró. Huerto con asno, 1918. Óleo sobre tela. Moderna Museet, Estocolmo © Successió Miró, 2018

Es exactamente esta la actitud de Joan Miró en Mont-roig del Camp. Gran sensible como es Miró por naturaleza, la realidad cultural le muestra algo que no se corresponde con su talante básico, de raíz. Las formas sociales de circulación de la realidad están vacías de proyecciones sentimentales propias, vacías de visiones íntimas, de afinidades selectivas. Cuando Miró observa el entorno no percibe nada de lo que él experimenta o tiene necesidad de poseer no solo espiritualmente, sino materialmente, físicamente. Miró, como Berkeley, quiere su mundo amado para atraerlo hacia sí mismo o para combatirlo. Miró o se da o rechaza; solo le interesan las savias de lo que la maravillosa realidad constantemente ofrece. Pero, más aún, la realidad que Miró observa es él quien la extrae y la convierte en real; sin su mirada no habría aquel mundo de otras sensaciones, de sensibilidad, de afecciones y de prójimo. En Mont-roig, Miró se ha convertido en el Gran Sensor. Realmente es un creador de realidades nuevas para deleite propio y de los demás. El artista, primero, filosofó, cuestionó lo que se le ofrecía; se dio cuenta de que el mundo es la propia creación según los sentimientos, deseos o proyectos. Todo ello se ha denominado como poética. Es la realidad que cada uno debería ser capaz de crear desde uno mismo.

Si, hallado este mundo propio —compartible con quien quiera (a su manera personal y única) identificarse o convivir con él—, uno quiere llamarlo religión o filosofía (vida global integrada con las propias convicciones y consideraciones de prójimo), entonces, efectivamente, tal como lo entendía y practicaba Joan Miró, Mont-roig del Camp, geografía poética creada por el Gran Sensor, es la tangibilidad creativa del artista. Todo resulta una creación visual plástica. Observarla convence.

Mont-roig, la iglesia y el pueblo, 1919. Óleo sobre tela. Fundació Joan Miró, Barcelona. Depósito de colección particular © Successió Miró, 2018

En síntesis, diremos que cultura es idéntico a ideología, y que esta se establece en función —no en el determinismo de la relación, sino en la ambivalencia de las compensaciones funcionales— de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, determinantes de lo que Francis Bacon denominaba idola (o condicionantes perceptivos culturales).

Las sensaciones, la sensibilidad y las emociones —biofisiológicamente (el ADN de cada uno)— son radicalmente individuales, si bien, sin embargo, actúan desde los idola condicionantes. Uno es lo que percibe, y percibimos condicionados por la idiosincrasia y la ideología. Captamos a la manera berkeliana (mironiana) las sensaciones, los sentimientos y las emociones que proyectamos. La realidad (la objetividad) es nuestra proyección.

Modest Urgell (1839 – 1919). Cementerio. Colección Fons d’Art Caixa Sabadell

Todos miraron los mismos paisajes: Modest Urgell (cualquiera de los paisajes de cementerio); Joaquim Mir, Vista de El Aleixar, 1907-1913; Joan Miró, Mont-roig, la iglesia y el pueblo, 1919, Mont-roig, Sant Ramon, 1916, La tierra labrada, 1923-1924, Paisaje de Mont-roig, 1914 o Huerto con asno, 1918. Cada uno nos ha dado su paisaje desde sus condicionantes anímico-espirituales y socioperceptivos. Según parece, y recuerda aún en su vejez Joan Miró, un buen día su profesor de la Llotja, Modest Urgell, le dijo: «Mira, chico, al fin y al cabo todo se reduce a una línea de horizonte y un arriba y un abajo. El horizonte es quién mira; el abajo, la dura realidad cotidiana; el arriba, lo que tú veas de esta realidad».

Joaquim Mir. Vista de l’Aleixar, 1907-1913

Observemos el proceso de Miró: la realidad como esquema; a continuación, como proyección de afectos y cultura propios. Después, la poética (creación) con que cada uno crea su objetividad. Tan importante es el ábside de Mont-roig como las briznas de hierba que ramonea el asno. Cada uno percibe la accidentada geografía de Siurana y la proyecta desde su concepción del mundo: táctil, visual, sensual, sensitiva y social.

Traducción: Bernat Pujadas

 

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2 comments

  1. padre carlos yepes https://padrecarlosyepes.com/

    Muy interesante analisis que hace Arnau , ahora las pinturas que ilustran este post son de la fundacion o estan en poder de la mismas y son abiertas al publico?. Ya que en mi ultima visita a barcelona no las recuerdo haber visto .

    • Equip de redacció

      Hola Carlos, muchas gracias por tu interés en este post y en las obras de Joan Miró. En el pie de cada imagen puedes ver a qué colección o museo pertenecen las obras. La única que pertenece a la colección de la Fundació Joan Miró es “Mont-roig, la iglesia y el pueblo”, de 1919. ¡Saludos!

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