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Los museos albergan y exponen la cara más conocida de los artistas, sus obras, pero en esa labor de difusión a veces pasan desapercibidas anécdotas que solo la casualidad o la tenacidad de una actitud curiosa y analítica consiguen desvelar. Pedro Azara, arquitecto y profesor de Estética en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, nos descubre una faceta de la personalidad de Miró, de su manera de ser y de hacer con sus amigos, a través de la coherencia y la contundencia de un gesto.

16_02_2021

Cartas con las que jugó Miró

A finales de 2016 y principios de 2017, gracias a un permiso concedido por Christophe Tzara, el hijo, ya mayor (moriría al año siguiente), del poeta dadaísta Tristan Tzara, Marc Marín —también arquitecto— y yo tuvimos acceso durante unas semanas a la recoleta biblioteca Jacques Doucet de París, junto al Panteón, en el Barrio Latino. Durante el trabajo de investigación sobre la correspondencia de Tristan Tzara, tuve ocasión de leer las cartas que Joan Miró y él mantuvieron. Miró no fue un escritor como Picasso o Dalí, mas estos textos dicen mucho sobre otros aspectos del artista. 

René Lacôte: Tristan Tzara, 1952. Fundació Joan Miró, Barcelona. Dipòsit de Successió Miró.

En medio del fajo de cartas y postales, pude también leer la correspondencia que Joan Miró mantenía con un taller de grabación y con varios editores. Las cartas que Joan Miró enviaba a otros artistas (pintores, poetas) y a sus marchantes, editores y talleres solían tratar de temas de arte: técnicas de grabación, obras que realizar, exposiciones, etc., pero raramente revelaban detalles personales, más allá de noticias de ocasionales viajes, y mensajes de buena amistad, educados y sinceros, sin duda. Breves mensajes con los que es difícil reconstruir una biografía. 

Sin embargo, una breve carta enviada a Tristan Tzara, indistinguible de otras, todas agrupadas en prietas pilas, tenía un tono distinto. Se abría a otras cuestiones: no expresaba inquietud alguna por las condiciones de las obras, las cualidades de los materiales —el papel, su gramaje, su espesor y su tacto, las tintas utilizadas o la presión de las planchas— o las técnicas de estampación, por ejemplo, que Miró tanto cuidaba y a las que dedicaba un esfuerzo y una atención minuciosa que no se espera a la hora de juzgar una obra gráfica. Esta vez, las preocupaciones estaban suscitadas por la suerte de un amigo.

Carta de Joan Miró a Joan Prats, 18 de enero de 1961. Fundació Joan Miró, Barcelona. Donación de Manuel de Muga.

Miró vivía en el 98 del Boulevard Auguste-Blanqui, en el distrito XIII de París. El bloque «haussmanniano», vagamente modernista, de siete pisos y fachada blanca, construido en 1914, aún existe y se encuentra en buen estado. Allí vivía el arquitecto norteamericano «moderno» Paul Nelson (coleccionista de obras de Joan Miró, con quien colaboró en su proyecto no construido de la Maison Suspendue).

El 15 de febrero de 1939, Miró escribió al poeta Tristan Tzara, seguramente huido de Barcelona, donde vivió durante la Guerra Civil española, e instalado en el sur de Francia, para pedirle que tratara de liberar al pintor surrealista español Antonio Rodríguez Luna, que había expuesto en el Pabellón de la República española en la Exposición Internacional de París de 1937 y se hallaba en el campo de concentración de Argelers (Francia). Debido a su precario estado de salud, su vida estaba en peligro: «sa santé est si précaire et de rester là sa vie serait en danger» (si se queda allí su vida corre peligro), escribió Miró, en perfecto francés. Asimismo, Miró preguntó a Tzara si pudiera intervenir para que Joan Prats, amigo y mecenas, fuera también liberado.

 Tristan Tzara: Le surréalisme et l’après-guerre, 1947. Fundació Joan Miró, Barcelona. Depósitot de Successió Miró.

Un mes más tarde, el 21 de marzo de 1939, Miró volvió a escribir a Tzara para agradecerle las gestiones y explicarle que Rodríguez Luna había salido del campo y se hallaba en un piso del señor De Jouvenel (seguramente Renaud de Jouvenel, escritor comunista y miembro de una conocida familia en la política francesa) en París: «c’est pour lui comme un rêve après un cauchemar» (es para él como un sueño tras la pesadilla).

La biografía de Rodríguez Luna recoge la intervención de Miró, pero no la de Tzara. Por otra parte, al parecer, se sabía que Prats había sido hecho prisionero, pero se pensaba que el encarcelamiento había ocurrido en España, no en un campo de concentración francés.

Las cartas siguientes de Miró a Tzara volvieron a tratar temas de técnicas artísticas.

Tristan Tzara: Indicateur des chemins de cœur, 1928. Fundació Joan Miró, Barcelona. Depósito Successió Miró.

Una carta ha corregido la historia, mas este no es su valor. La carta revela el rostro —quizá el verdadero— de un amigo ayudando a unos amigos en unos momentos en que una carta destinada equivocadamente podía acarrear la muerte. Del gesto de Miró hacia Rodríguez Luna y Joan Prats solo queda constancia en su correspondencia epistolar con Tristan Tzara, la cual no revela preocupaciones propias de artistas, como suelen mostrar las cartas de Miró, sino algún aspecto de su personalidad que quizá arroje luz sobre su obra plástica.

 


1  Biblioteca Jacques Doucet, París (signatura bibliográfica: MsMs 43972).
2  Biblioteca Jacques Doucet, París (signatura bibliográfica: MsMs 44005).

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