Nicola Costantino: Sofisticación
Sofisma m. (del lat. sophisma, del gr. sóphisma). Argumento capcioso, silogismo vicioso, hecho para hacer pasar como verdad lo falso.
Sofisticación f. Acción de sofisticar; el efecto.
Sofisticar tr. Adulterar o falsificar con sofismos un razonamiento || Intr. Usar sofismos.
A primera vista, las obras de Nicola Costantino expuestas en el Espai 13 podrían suscitar un rechazo visceral: una serie de formas animales expuestas en abundancia en las paredes y en el suelo de la sala. Este rechazo crece cuando sabemos que estas figuras son calcos sacados de fetos animales, que la artista utiliza como base de su obra. La elegancia con la que Costantino ha dispuesto las imágenes de estas criaturas afianza nuestra idea de que estamos ante una obra perversa: nos propone contemplar la imagen de un cuerpo muerto.
En primer lugar, debería hacerse referencia a esta supuesta perversidad. A lo largo de la historia, el arte ha recurrido muchas veces al cuerpo animal muerto como modelo y tema, como en los bodegones barrocos ricamente adornados de faisanes o conejos listos para comer, símbolo de la ostentosidad simbólica de la época. Sin embargo, en la obra de Costantino aparece implícita cierta sensación de engaño. Todo lo que tiene que ver con la biología está tamizado por una estética limpia y aséptica que bebe de la tradición del arte animal y un sentido analítico claro, una frialdad geométrica en la presentación, una estructura simple y repetitiva con un acabado visualmente pulcro. La artista ha optado por la forma perfecta de la esfera y por el friso clásico, una franja que se adapta a la arquitectura que la acoge.
Comer es una función básica. Como ocurre con todas las necesidades humanas, se ha ido cargando de usos, mito y tabúes, reflejo de cada sociedad. La ingestión de comida tiene también una relación obvia con la sexualidad, en la medida en que una y otra responden a los dictados del deseo. La relación de los pueblos con sus alimentos es siempre una buena muestra de la esencia de su pensamiento y de las condiciones en las que se desarrolla su vida. Los hindúes no comerían carne de vaca nunca jamás; los musulmanes y judíos no probarían la de cerdo; la cultura europea occidental no aceptaría ingerir carne de perro. Nicola Costantino es argentina. La dieta de su país —uno de los pilares de su identidad— incluye la ingesta cada día de un bife de ternera y tiene en el asado uno de los festivales gastronómicos más importantes. Por otra parte, Argentina es un país de un pasado, incluso el más reciente, lleno de violencia irracional, con heridas aún abiertas.
La artista, precisamente a partir de estas ideas, nos propone una visión vacía de preceptos sobre algunas de las bases que definen a la sociedad occidental. La primera y la más inmediata es la evidente contradicción entre la imagen inocente del animal nonato y su categoría de futuro alimento. Nos resulta repugnante la idea de contemplar un feto de cerdo, pero no nos importaría encontrárnoslo meses después en el plato. Esta incoherencia apunta a la constante negación de los procesos. No queremos saber de dónde proviene el filete que nos comemos, del mismo modo que ocultamos tantos otros procedimientos que definen y posibilitan lo que entendemos por bienestar. El exceso macabro de seres vivos que Costantino propone nos recuerda que tras nuestra vida opulenta de habitantes de un mundo posindustrial se esconden multitud de transformaciones que no queremos ver, como las intrincadas tramas de la industria alimentaria, hoy de dramática actualidad. Estos procesos operan desde un punto de vista físico, el consumo de bienes, a semejanza de cómo se dan en las complejas normas que regulan las relaciones humanas y la dinámica de las sociedades. El friso de Costantino nos recuerda que, posiblemente, la realidad esconde un entramado de certezas invisibles muy complejo.
En América, el cerdo recibe por lo general el apodo de chancho, curiosamente un derivado del nombre propio Sancho. La simple perfección de las chancho-bolas procede, pues, de un cadáver animal. Los diferentes diámetros que podemos ver no tienen otra explicación que el tamaño de los animales que han sido calcados. De forma semejante a lo que nos ocurre con el friso, nos enfrentamos con la realidad siniestra de que la muerte es generadora de belleza.
La ironía del exceso presente en la obra de Costantino es, posiblemente, su mayor hallazgo. Sirviéndose de una adulteración evidente, la artista remarca las falsedades contemporáneas y nos impele a desconfiar de todo.
Ferran Barenblit
Nicola Costantino (Rosario, Argentina, 1964)
Sin título, 2000, calco de terneros y potrillos nonatos en resina de poliéster,
40 cm × longitud variable.
Chancho-bola, 1998, resina de poliéster, calco del natural, diámetros variables.
Ternero-bola, 2000, resina de poliéster, calco del natural, diámetros variables. |