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Karl Arnold. Setenta y cuatro ilustraciones de «Simplicissimus»
Desde 1918 hasta 1933, Karl Arnold publicó semanalmente, en la revista satírica Simplicissimus, una caricatura cuya idea le pertenecía y cuyo texto él también había concebido. De entre más de 700 hojas se han seleccionado, para esta exposición, setenta y cuatro que muestran claramente la maestría artística de Karl Arnold a la vez que permiten dar una idea de la época de Weimar, de los tiempos de la Primera República alemana, que tan solo duraría catorce años. Karl Arnold adoptó una posición decidida con respecto a los acontecimientos políticos, sociales y culturales de su tiempo, pero fue, ante todo, un artista, un artista extraordinariamente preocupado por la exactitud, característica que confirió a sus dibujos una gran dosis de autenticidad.
Karl Arnold no se sentía comprometido con ningún partido ni ideología. Sus criterios eran la verdad, la razón y la humanidad. La mentira y el desprecio por la dignidad humana, aun cuando estuvieran disimulados por las diversas formas del encubrimiento social, le indignaban. Con el claro perfil de sus dibujos, los ponía en descubierto, muchas veces, también, con el agudo lenguaje de sus textos. Al descubrirlos, trataba de ponerlos en ridículo; creía que la risa era más destructora que el odio. Quizá esto se nota de manera especialmente clara en sus caricaturas de Hitler, que siempre expresan lo mediocre, lo tonto y lo primitivo del demagogo. Karl Arnold no quería contribuir a transformar la figura de Hitler en algo demoniaco, poderoso e «incontenible». Por otra parte, en muchas de sus caricaturas de personajes pequeñoburgueses, se ponen de manifiesto la estupidez y la fe en la autoridad, propias de un fascismo latente.
F. A. Krummacher ha llamado a Karl Arnold un «liberal humanista»: «Estaba comprometido con el “hombre”, no en calidad de “historiador”, sino de cronista observador y comentador que colocaba un espejo ante sus contemporáneos y recogía lo que entonces conmovía, alegraba o inquietaba, y, con ello, con extraordinaria sagacidad, daba en el centro de la cuestión. Quería entretener, no predicar: un “reportero” sumamente sensible, nunca amargo, siempre sorprendente, no martillo sino florete. Caricaturizar significa dejar algo de lado, pero, para Karl Arnold, nunca deformar; tenía un don especial para darse cuenta prematuramente de las situaciones tanto positivas (Stresemann, el Salvador, 1923) como negativas (El muniqués, 1923; SOS Partido Nacional Alemán, 1929). Esto lo distingue del resto de caricaturistas como retratista de su tiempo que no cayó preso de las ilusiones ni los autoengaños de sus contemporáneos. Si Karl Arnold hubiese sido representativo de la burguesía alemana, no habría podido haber ninguna “toma del poder”».
Esta exposición no pretende dar una imagen completa de la República de Weimar ni ser una crónica de los acontecimientos más importantes de esa época. Con respecto a algunos acontecimientos decisivos, faltan caricaturas de Karl Arnold, porque, en los correspondientes números de Simplicissimus, estos fueron tratados por otros colaboradores. Pero, tomada en su totalidad, esta exposición –al menos así lo esperamos– puede dar una impresión fisiognómica de la época, un «retrato de los años veinte», que no fueron tan dorados como muchos quisieran creer hoy, pero en los que se tomaron decisiones políticas fundamentales –no solo para Alemania– y durante los cuales se divulgaron, probablemente, más ideas científicas y artísticas que en cualquier otro periodo de igual duración de nuestra historia.
El visitante de esta exposición que no esté familiarizado con la situación interna de Alemania quizá no podrá comprender siempre a qué hecho se refiere una u otra caricatura. Sin embargo, hemos renunciado a comentar cada hoja en particular: confiamos en que sus líneas tengan suficiente poder de expresión. Se trata de la exposición de un artista, no de un político. Pero la comprensión se verá facilitada por las tablas cronológicas de este catálogo. Ellas ofrecen, sinópticamente, los acontecimientos políticos y culturales de la época. La exposición, considerada en su totalidad, pretende ser un retrato que dibujara un artista independiente, en su esperanza y desesperación.
Fritz Arnold