J.P. Vorlet: Fotografías

Fechas

J. P. Vorlet: fotografías

«Si hubiera flores en las paredes, no habría grafitis», le gusta decir a Jean-Pierre Vorlet. Con su ojo de fotógrafo, ha construido un mundo a partir de esas superficies grabadas, rascadas, raspadas, cubiertas sin reposo por otros.

Fue en Venecia, en 1968, cuando experimentó por primera vez un gusto por esas «trazas» anónimas: líneas de tiza blanca sobre el rosa veneciano… Sin embargo, nadie sabe todavía si los grafitis habían sido dibujados por la mano temblorosa de un hombre solo o bien por un joven gondolero, tocado por el mismo viento que, de Berkeley a la Sorbona, trastornaba el mundo.

Brassaï, una vez más precursor en la fotografía de grafitis, dice que nunca ha sorprendido al autor de una de esas trazas que van de la poesía a la vulgaridad pasando por la eclosión o la insignificancia. Anónimas son –lo serán para siempre jamás–, al igual que sus aficionados. No obstante, gracias a la fotografía, sin abandonar la pared que las ha dado a luz, van más allá para ser compartidas por otros y de otra forma.

Tras haber mojado su grande y abierta mano con un líquido negro, el hombre la aplicó sobre la roca. Por primera vez, acababa de manifestarse de una forma pictórica. Fue conducido a realizar tal gesto por el mismo impulso que hoy conduce al hombre perdido a depositar su desesperanza en las paredes o al enamorado satisfecho a dibujar o pintar su gozo.

Todos tenemos, pues, ganas de decir sin atrevernos a ello, ganas de poner a prueba nuestra existencia, ganas de arrancarnos nuestra felicidad o nuestra desgracia. Todos tenemos una razón secreta para coger el pincel o la tiza. Todos tenemos una razón para pronunciar nuestro sueño. ¿Existe cuaderno mayor, siempre abierto, que las paredes sordas de nuestras ciudades? ¿Existe eco mayor para esas «trazas» que el hombre de la calle?

El autor permanece anónimo, y los espectadores, desconocidos. El pudor se salva.

Precisamente con el objetivo de compartir toda esta memoria colectiva, Jean-Pierre Vorlet lleva quince años «fotografitando», de Praga a Nueva York, de Berlín a Londres, todos esos testimonios de la vida en el mundo.

En Berlín, de extremo a extremo del muro que carga con toda la vergüenza de la conciencia humana, está grabada toda la desesperanza de un pueblo, desde las «manchas» más violentas hasta las frases más crueles: «Qué pena que el hormigón no queme…». En Praga, hay una pared entera dedicada a John Lennon, que cantaba «Imagine» con el amor y la «Primavera», que en esta ciudad no va a florecer pronto. La gente sigue depositando flores a los pies de este largo homenaje mural.

Así, de ciudad en ciudad, hay quien inscribe en las paredes, sobre todo en las barriadas populares, aunque en ocasiones en zonas más acomodadas, las inquietudes, esperanzas o alegrías de seres que muy a menudo no pueden hablar a cara descubierta. Sin duda, es su mejor forma de expresarse. Es probable que la palabra no les alcanzara para sus propósitos.

«Grafitar» es para el adulto el regreso al mundo de la infancia. Para el marginado, el medio más utilizado para luchar contra sus dudas. Para toda una juventud, la única forma de transmitir sus propios mensajes y gritar su propia ansiedad a quien quiera escucharla. Del sueño más loco («Arrasad las montañas y veréis el mar») a la poesía más espontánea («Detente un momento, eres tan bello»), hay «grafiteros» de todas las edades; a menudo están desesperados, en ocasiones están felices de poder dar a leer sus «trazas» a la corrosión del tiempo. La noche es su compañera. ¿Pero tienen solamente una compañera? De hecho, nunca encuentran a sus amigos, quienes suelen mirar, compartir o admirar sus dibujos de la noche.

Por placer, y ahora un poco por sacerdocio, Jean-Pierre Vorlet, con la aplicación de un investigador, reúne esta riqueza del silencio para mostrárnosla. De ese recorrer las ciudades andando y de esa aplicación a descodificar todos estos mensajes ha nacido, dejando a un lado los sufrimientos, un contacto más íntimo con una realidad ocultada de la creación. Esas «trazas» que Jean-Pierre nos muestra, efímeras casi siempre, han encontrado gracias a la fotografía y sin que sus autores lo supieran un museo y a su conservador. En ocasiones esteta y en ocasiones crítica, su mirada de fotógrafo ha sabido extraer de la pared, encuadrándolo en su visor, el eco más fiel de todas las corrientes de la pintura moderna. De hecho, con semejante combinación de espontaneidad e investigación, resulta imposible, ante algunas de estas imágenes, no evocar a Antoni Tàpies, Helen Frankenthaler, Paul Klee o Robert Motherwell. «Los más bellos Picasso están a nuestro alcance, es suficiente con un pequeño momento de atención y abstracción», nos dice Jean-Pierre Vorlet.
Por esa toma de conciencia de ciertas angustias de la gente,
por la noticia de un gozo y por otras razones que vendrán,
por esa voluntad de comunicación con la expresión popular,
por el eco permanente en la pintura actual,
la obra que hoy proponemos resulta remarcable: a partir de ahora andaremos por la calle con otra mirada.

…y, en el anonimato silencioso de la noche, las paredes de hormigón se nos muestran abiertas. Como un gran cuaderno en el que, de vez en cuando, todo el mundo puede escribir su diario, el diario de un instante de desesperación, pero también de esperanza… Jean-Pierre Vorlet ha visto escrito en una pared de su ciudad: «Legalizad la sonrisa».

Michel Dieuzaide