Torres García: estructura-dibujo-símbolo. Paris-Montevideo 1924-1944

Fechas
Comisariado
Margit Rowell

Torres-García: estructura-dibujo-símbolo. París-Montevideo, 1924-1944

Joaquín Torres-García nace en Montevideo (Uruguay) en 1874. En 1892 su familia se muda a Barcelona, donde Torres-García pinta siguiendo las corrientes novecentistas. Vive en Barcelona hasta 1920, y posteriormente en Nueva York, Italia y el sur de Francia, hasta que en 1926 se instala en París.

En París descubre los movimientos artísticos más vanguardistas de su época y reformula su estilo pictórico. Inspirado primero por la abstracción geométrica de Mondrian y Van Doesburg, hacia 1929 empieza a organizar sus pinturas de paisajes y bodegones según una estructura enrejada basada en la sección áurea (n.º 19, 22). Asimismo, experimenta con construcciones de madera que siguen los mismos principios (n.º 13-15, 23-28). No obstante, aunque la sección áurea expresa una armonía universal, Torres-García considera que no es suficiente para traducir su visión del mundo. Necesita un elemento más humano, algo que encuentra precisamente en los signos y símbolos que coloca dentro de la reja y que representan elementos de los mundos físico, intelectual y emocional. El estilo pictográfico característico que así desarrolla llega a su cénit durante los años 1930-1932 (n.º 30-32, 42).

Irónicamente, es también en París, durante los años 1930-1931, donde Torres-García toma conciencia de su legado sudamericano y de las tradiciones visuales indoamericanas. La estilización y, en especial, la espiritualidad, la intemporalidad y el significado permanente que encuentra en los artefactos indios de Norteamérica y Sudamérica lo atraen en su búsqueda de un lenguaje pictórico universal. Visita el museo etnográfico del Trocadéro (actualmente Musée de l’Homme) con asiduidad. Paulatinamente sus estructuras enrejadas se vuelven más irregulares y dinámicas y recuerdan a la mampostería inca de Perú; la paleta adquiere un carácter más tosco; los dibujos —influenciados por la cerámica precolombina nazca— se tornan más abstractos, y los signos y símbolos son de inspiración más amerindia.

En 1932, Torres-García se muda con su familia a Madrid, donde se familiariza con las grandes colecciones prehistóricas y americanas del museo etnográfico. Esas colecciones acrecientan su interés por las civilizaciones primitivas y arcaicas e inspiran las pinturas del año 1933 y posteriores, que muestran figuras estilizadas que rellenan el marco (n.º 63, 64). En estos lienzos, estructura, color y símbolo se combinan en un único dibujo abstracto y transmiten la sensación de poderosa magia primitiva.

Cuando en 1934 regresa a Montevideo, sigue desarrollando la estructura y la iconografía de sus pinturas atendiendo a principios pictóricos de origen similar. Durante los primeros años tras su regreso pinta poco (aunque dibuja mucho). Entre 1935 y 1938, aparte de algunos cuadros en su estilo característico, pinta una serie de lienzos monocromáticos en los que elimina los pictogramas y transforma la estructura de reja en una disposición arquitectónica de formas tubulares (n.º 71, 72, 75, 76). Cuando aparecen figuras animales o antropomórficas, son más esbeltas, más gráficas y animistas en cuanto al sentimiento, y evocan una vez más la estilización austera y la espiritualidad intemporal de los artefactos precolombinos y de los ídolos a los que admiraba (n.º 79, 82, 84).

En Montevideo Torres-García también se dedica intensamente a la enseñanza. Crea una escuela de arte, trabaja como conferenciante, publica una serie de revistas y libros de teoría artística y, en general, anima a sus conciudadanos a crear una escuela y un estilo nativos propios. Su estudio (el Taller Torres-García) y su maestría son renombrados en toda Sudamérica.

Aunque Torres-García fallece en 1949 en Montevideo, su influencia sigue notándose en la actualidad.

El estilo maduro de Torres-García puede describirse como la mezcla de un lenguaje europeo sofisticado (la abstracción geométrica) con la espiritualidad y energía que hallamos en las imágenes y dibujos estilizados de convenciones visuales abstractas. Es por ello por lo que siempre ha sido difícil catalogar su arte. Sin embargo, esa síntesis única de clasicismo y primitivismo constituye su contribución al arte del siglo xx.

Margit Rowell