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Erwin Bechtold. Pintura-gráfica-integración
La influencia de Bechtold en el informalismo catalán y en la pintura contemporánea española es decisiva. Llegó de Alemania cuando nuestro informalismo había alcanzado su punto culminante, e inmediatamente se convirtió en uno de los principales exponentes de la abstracción barcelonesa. Sin embargo, pronto comprendió que solo dispondría del espacio y el tiempo más apropiados para su vida y su pintura en Ibiza, donde encontró «paz y orden», tal y como dijo Joan Teixidor en uno de sus escritos.
Este pintor metódico y sensible evolucionó de la pintura de colores vivos y gesto orgánico hacia una arquitectura de la forma, controlada por la racionalidad, que configuró con unas soluciones llenas de contrastes y tensiones, calculados con la máxima precisión. Los colores intensos dejaron paso al blanco, al negro y a los colores tostados –con todos sus registros–, que vertebró en unas estructuras, vacías o llenas, que jugaban con lo finito y el infinito.
Sin embargo, a diferencia de los constructivistas más puristas y los geométricos más estrictos, Bechtold provoca la dialéctica del contraste, de lo que se cierra y lo que se abre, de lo que determina una línea y lo que dibuja una forma, en un diálogo permanente entre racionalidad y sensibilidad, hasta hallar el punto exacto de una articulación formal que reúne todos los elementos en una unidad coherente.
En esta revisión documental de su obra, que nos permite seguir el tránsito del informalismo a la abstracción orgánica y del gesto a la composición y la arquitectura de la forma, descubrimos a un Bechtold analista del espacio pictórico, investigador de la forma, profundizador del lenguaje plástico, que mantiene en tensión lo que procede de la emotividad y lo que es producto de la meditación.
Una importante serie de las que ha realizado en estos últimos tiempos lleva por título Ángulo/superficie/espacio, tres dimensiones que trabaja y permuta hasta hallar la imagen depurada, concreta, elegante, que impide añadir nada al cuadro o quitarlo, pues todo está en su lugar exacto.
Si en una primera etapa la materia y el color fueron llevados por el instinto, ahora la sensualidad parece ser la que domina esas superficies tratadas con una materialidad rica y cálida, que da mayor densidad a las flexiones de la forma. La depuración lo ha llevado a eliminar toda anécdota para centrarse en una construcción del espacio pictórico entendida como reflexión, como forma de pensamiento, como delimitación de los territorios, una suerte de conciliación como la que nos ofrece el Mediterráneo: la conjunción entre lo que es cultura y lo que es espíritu.
