A menudo olvidamos las diferencias existentes entre la realidad y su representación. En un mundo en el que cada día estamos sometidos a miles de imágenes, a veces llegamos a creer que lo que vemos reproducido existe efectivamente. Aunque somos conscientes de que la realidad es mucho más rica en matices y posibles interpretaciones, no solemos no poner en duda el dogma del icono.
Leopoldo Ferrán y Agustina Otero juegan con estos conceptos en esta instalación, La trinxera líquida (La trinchera líquida). De entrada, nos proponen un paisaje imaginario, cautivador e irreal. Este paisaje no tiene límites, o, mejor dicho, tiene unas fronteras ilusorias: las rejas que nos separan sirven de poco, porque esta realidad inventada nos invade. Su contrapunto son las peceras, dentro de las cuales se encuentra una representación que pertenece solo de forma extraña a nuestro lenguaje. El agua no es nuestro elemento y esa representación vuelve a tener un sentido fantasioso e imaginario. El vidrio curvado del continente separa dos mundos, uno real y otro ficticio. Al igual que el marco de una pintura, la pecera cierra su propio simulacro. El ambiente externo, por supuesto, no es nada agradable. Las agresivas piezas de los muros parecen ocupar un espacio que debería ser nuestro y nos concentran en medio de la sala.
Círculos invisibles quiere estudiar los entornos que nos rodean, los paisajes —tanto físicos como sociales— que dan forma a nuestro ámbito. Es así como parecía lógico empezar el recorrido por la forma en que nos relacionamos con lo que tenemos alrededor, nuestra forma de representarlo y de vivir en él. La propuesta de Ferrán y Otero nos recuerda que la realidad es un concepto difícil de captar y que, por mucho que intentemos refugiarnos, nunca podemos construir un cobijo ―una trinchera líquida― dentro del entorno adverso donde habitamos normalmente.
Sobre los artistas
Leopoldo Ferrán (Irún, Guipúzcoa, 1963) y Agustina Otero (León, 1960) trabajan juntos desde 1994. Este año han presentado Cartografía para el corredor de un delta sin mar, en el Museo Gustavo de Maeztu de Estella (Navarra); Tutto sono isole, en el Depósito de Aguas de Vitoria; y En el jardín del perfume varado, en el Spazio Temporaneo de Arte Fabrika de Rovereto, Italia.
Ferran Barenblit |