Pin-pan-pum

Espai 13

Ciclo
Ciclo: Ángulo de visión: 143º
Autor
Luis Bisbe
Fechas
Comisariado
Montse Badia

A menudo los proyectos de Luis Bisbe (Málaga, 1965) proponen percepciones inéditas del espacio. Algunas veces, mediante la realización de dibujos espaciales, a base de gomas y cables de acero que atraviesan las salas de pared a pared. Estos dibujos espaciales definen columnas y puertas (Piso piloto, Galería Salvador Díaz, Madrid, 2001, y Artforum Berlín, 1999), mesas, escaleras y andamios (Pretecnología punta, CAC Málaga, 2003) e, incluso, trampolines (Tararí, La Capella, Barcelona, 1999). Se origina, entonces, una arquitectura desencajada, que permite la existencia de dos arquitecturas, una de las cuales aparece desplazada. Otras veces, el trabajo con las ilusiones de la percepción se formaliza a partir de dibujos ejecutados sobre la pared de la sala de exposiciones, por ejemplo duplicando un enchufe al que luego se confiere una expresividad animada, o bien con la proyección de un objeto sobre el propio objeto real. Así, en Ping-pong (1999) proyectaba la imagen de un enchufe que encajaba a la perfección con la superficie de la proyección: el enchufe que suministraba energía eléctrica al proyector. En Drink me (2003), dos proyecciones contrapuestas superponían las imágenes y sombras (con algunas leves modificaciones, como cambios de ángulo de filmación y/o de escala) de unas lámparas sobre los objetos mismos. De ese modo, Bisbe genera un equívoco entre el objeto y su imagen, lo que pone de manifiesto la imposibilidad de la representación.

En Pin-pan-pum, concebido expresamente para el Espai 13, Luis Bisbe opta por duplicar la realidad a fin de cuestionar nuestra percepción y la memoria del lugar. Pin-pan-pum replica dos fragmentos de la arquitectura del Espai 13, donde se reconocen los pilares, las ventanas, las escaleras y otros elementos característicos, para después proyectarlos en el espacio original. Las dos proyecciones contrapuestas de esos elementos reconstruidos sobre los elementos arquitectónicos reales producen un equívoco entre el objeto y su imagen. La réplica, a escala 1:1, una escala que contradice la noción de representación y refuerza la idea de una arquitectura duplicada, recompone la imagen de la realidad, al tiempo que acentúa la naturaleza equívoca de los límites y, por tanto, la relación ambigua entre arte y realidad.

Como, muy acertadamente, ha escrito Luis Francisco Pérez, Luis Bisbe nos habla "del dilema de lo visible". Esa tensión resulta aún más evidente cuando las construcciones del espacio se ven sometidas a un proceso violento de destrucción. Construcción y destrucción se tornan así alusiones del devenir vital. Construir/destruir, esconder/mostra,r resurgen aquí como metáforas de la vida.

Ahora bien, llegados a este punto, el artista frustra todo intento de transcendentalidad excesiva, con unos títulos que nos devuelven a la realidad más inmediata y desprovista de cargas farragosas: Tararí, Ping-pong y, ahora, Pin-pan-pum nos acercan a una inmediatez y a una frescura que, de hecho, parecen contradecir su proceso de trabajo, en el que todo está meticulosamente pensado y encajado hasta el detalle.

Pin-pan-pum reclama una aproximación diversa por parte del espectador. Al descender por las escaleras del Espai 13, nos vemos introducidos en un "espacio poroso" -como le gusta calificarlo al artista-, que nos envuelve y nos sumerge en una de las proyecciones. Bisbe nos invita a recorrer el espacio, a experimentar la percepción desde ángulos y distancias distintos. Gracias a esta -en apariencia, simple- duplicación de la realidad, al modo de cuestionar ese desdoblamiento por medio de la destrucción del artificio y de implicar directamente al espectador en el proceso, nos lleva a cuestionar tanto nuestra percepción del espacio como la memoria del lugar, toda vez que nos hace conscientes de la fragilidad de las certezas.

Montse Badia
Octubre de 2003

Con la colaboración de:
Adolf Alcañíz, vídeo; Ferran Conangla, postproducción audio; Alberto Romero, carpintería y decorados; Yamandú Canosa y Cristina Rodríguez, pintura; Luis Bisbe, Jorge Bravo y Alberto Romero, actores.

Agradecimientos:

Mercat de les Flors
Metrònomlab
y, en especial, a Roger Adam, Adolf Alcañíz, Ferran Barenblit, Jorge Bravo, Yamandú Canosa, Teresa Colomer, Irma Coronilla, Andreas M. Kaufmann, Jordi Penas, Pere Quílez, Cristina Rodríguez y Alberto Romero.