La doma del fuego marca el inicio de la humanidad. Alrededor de la hoguera, los cuerpos entran en calor, las fieras son ahuyentadas, y, en comunidad, vertemos luz a nuestras regiones más oscuras.

«Me encanta trabajar con fuego. El fuego tiene reacciones imprevisibles. No solo destruye, sino que también transforma, actuando sobre lo que consume con una fuerza creativa que posee una magia intrínseca. He deseado pintar con y para el fuego», dejó escrito Miró a sus ochenta años, durante la creación de la serie «Telas quemadas». Asimismo, esbozó unas instrucciones: «I: verter colores; II: cuchillazos; III: romper lo que cuelga; IV: manchas negras, con rabia, improvisar, con rabia». Buscaba transcender los límites de la pintura y encontró el fuego como cómplice. Hallamos el origen de esta relación en las cocciones del estudio del ceramista Josep Llorens i Artigas, pero sobre todo en el enorme peso del fuego en las tradiciones populares catalanas: los correfocs, la verbena de Sant Joan o la bajada de las fallas encendidas en el Pirineo. Se acerca un año más el solsticio de verano, y en Lluerna proponemos reunirnos y prender fuego nuevo. Abrimos convocatoria.

Lluerna es una comunidad y un espacio de creación y pensamiento, así como el canal de expresión e intercambio de esta comunidad. Cada edición tiene una periodicidad trimestral, que se refleja en un cambio de temática sugerido por una obra de Joan Miró. Lluerna ocupa un espacio digital y se materializa en un evento presencial en el auditorio de la Fundació Joan Miró. Al finalizar, se abre un espacio de debate en un contexto más distendido.

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